La Danza
Una carrera de fondo.
Si eres capaz de aguantar los kilómetros estipulados y llegar a la meta, podrás escuchar
el cansancio del cuerpo pero también sentirás la victoria de tus pasos.
Me gustaría poetizar estas palabras para darle la magia que merece este arte.
Pero es imposible hablar de danza sin pensar en la cantidad de obstáculos que saltas,
retiras, te tragas, aguantas, permites, asumes, lloras, cargas…
Horas de duro aprendizaje, disciplina que te recorre el cuerpo llevándolo a extremos
inexplicables, pero pasado ese instante, la euforia calma los dolores.
Hablar de la danza supone sacrificio desde una edad muy temprana, donde no
comprendes muy bien tus responsabilidades pero asumes que es así, como el plato de
lentejas que hay delante de ti. Aceptas que será tu vida y acatas con ilusión y respeto.
Hablar de la danza es hablar de las emociones contradictorias que se alojan en nuestra
cabeza cada vez que nos enfrentamos a un nuevo proyecto. Un tiovivo que no tiene
paradas ni descanso. Luchar con nosotros mismos para no lastimar nuestra autoestima,
cuando no eres aceptado en ciertos círculos. Frágil y delgada línea que siempre tenemos
que mantener cuidadosamente para no rompernos y terminar deshilachados sin
posibilidad de volver a empezar.
Hablar de danzar es movernos libremente.
Hablar de la danza es olvidarnos de todo lo que acabamos de escribir y lanzarnos al
vacío del escenario disfrutando de lo que somos, bailarinas.