Mariana Collado | Bailarina Almeriense

Siempre me levanto temprano, me gusta levantarme temprano.

Protagonizo una danza armoniosa y sensible, que combino con una técnica impecable,
cuando caliento el café. Simultáneamente y sin abandonar nunca la musicalidad del
momento, preparo los cereales con frutos rojos, almendras tostadas, leche de avena y
una pizca de canela y cacao en polvo. Mientras me visto, ejecuto una exquisita y versátil
coreografía donde mi cuerpo se pone al servicio de las dificultades y riesgos del directo.
Jugueteo con los ángulos complicados y sigo danzando con las atrevidas tiranteces y los
torpes tambaleos, para al final precipitarme a lavarme la cara, embadurnarme de mil
potingues y mantener la belleza momentánea del agua helada sobre la piel.

Siempre me levanto temprano, me gusta levantarme temprano.

Abro bien las ventanas para que entre el fresco de la mañana y eriza los vellos de mi
cuerpo. Cierro los ojos, respiro hondo, más hondo, para sentir la calma recorrer desde mi
nariz hasta debajo justo de mis tripas. Me inunda el cosquilleo de la primera vez. Dejo
que aparezca la mueca en mi rostro y en ese momento exacto, abro los ojos.

Se abre el telón ante mí. Comienza el espectáculo.

Salgo a la calle y la escena se llena de todo aquel que sea capaz de transformar sus
vivencias en cuerpo, y el cuerpo a su vez en continuo movimiento. Liberar a la codiciada
creatividad que habita dormida en los cuartos del fondo se convierte en algo natural y
accesible.

Sin pautarlo, improvisan entre ellos creando imágenes, discursos que van cambiando
como epígrafes de un libro. Y como tal van pasando las páginas poco a poco creando
mundos diferentes.

Se respiran los nervios del principiante y la naturalidad del experto.
Nos mezclamos los unos con los otros. Se convierte en un aprendizaje firme que recorre
precipitadamente las calles para llenarlas de lo único que no tiene ni fronteras ni
limitación, para inundarlas de ARTE.

El arte está en la palabra y en la escucha. En la casa de los abuelos. El arte está en el
gesto y en el silencio de la espera.
En las pisadas del errante y en la virginidad de la arena.
El arte está en el meñique.

En el comienzo y en el final.
El arte está en el clavel de la solapa.
El arte está en lo que no se dice y en lo que se grita.
El arte está en la sandía enterrada a la orilla de la playa.

El arte aparece en el llanto del cautivo y en la inocencia del niño.
El arte está en quién eres.
En la verdad del desconocido y la experiencia del consagrado.
El arte es la paciencia del pescador y la oscuridad de la mina.
El arte es el motor que sostiene la cordura para no caer en manos de la desidia. El arte es
el puño que te aprieta la boca del estómago cuando observas la belleza de lo grotesco.
El arte está en el bar de la esquina.
En las lágrimas que salpican la felicidad de un encuentro.
El arte es futuro y es pasado. El presente tiene arte.

Siempre me levanto temprano, me gusta levantarme temprano.

Sé que los anhelos se consiguen con esfuerzo y devoción, con trabajo y perspectiva, con
pasión y amor al mundo. El abandono sólo trae banalidad.

Recuerdo siempre mi nombre, quién soy y por qué soy.